di Martha Canfield
Il poemetto Viernes en Jerusalén è stato composto da Marco Antonio Campos nel 2003, quando si trovava a Gerusalemme per tenere un corso su «Mito, storia e poesia» all'Università Ebraica. La città, la più complessa e affascinante che abbia conosciuto, secondo le sue stesse dichiarazioni, destò in lui sentimenti profondi e contrastanti, dove si riunivano considerazioni storiche e filosofiche e valutazioni personali delle drammatiche esperienze personali che aveva vissuto poco prima: la propria malattia felicemente superata e la lunga agonia di sua madre.
Marco Antonio Campos incominciò a scrivere il poemetto a Gerusalemme stessa, ogni giorno, spesso in tarda serata, nella caffetteria del suo albergo e se lo portò dietro per continuare a lavorarci al suo rientro in Messico. Lo considera il più rappresentativo dei suoi testi.
Venne inserito in una raccolta che portò lo stesso titolo del poemetto: Viernes en Jerusalén (Visor, Madrid, 2005), insieme ad altri testi scritti in Israele, in Messico e in altri paesi d'America e d'Europa. La cifra indicativa del libro è precisamente l'espansione dello sguardo del poeta, la sua disseminazione in uno spazio senza frontiere e la sua capacità di dialogare con realtà nuove e diverse.
Il componimento dedicato a Gerusalemme nasce quindi da un'esperienza squisitamente personale ma subito varca questo confine per affrontare il dramma storico e attuale che vive la città, per porre il problema fondamentale della fede e della tolleranza e per sognare quel futuro di pace e armonia che il poeta avrà sentito intensamente conoscendo, più che i luoghi, la vita quotidiana spesso attraversata dal terrore, dall'emergenza, dalla precarietà. La sua esperienza e conoscenza della città è stata guidata e agevolata dalle colleghe e amiche alle quali poi avrebbe, in effetti, dedicato il poemetto: la scrittrice Esther Seligson e la ispanoamericanista Ruth Fine.
Nell'evocazione della città si riuniscono Antico e Nuovo Testamento, ebraismo e cristianesimo, ed emerge soprattutto un intenso bisogno di fratellanza universale. Ecco perché egli tiene a ribadire che «Questa è Gerusalemme, che Dio ha messo in mezzo / alle nazioni e tutta la terra intorno a lei», di modo che in essa, nella riunione di moschee, chiese e sinagoghe, «Dio si moltiplica per Uno fino a diventare molti».
E alla fine, al ricordo doloroso della madre camminando faticosamente appoggiata al suo bastone nella chiesa di San Diego Churubusco, alle immagini terribili del fratello «che raccoglie per strada / il corpo bucherellato del fratello», si sovrappone infine, come un augurio, l'immagine di una Gerusalemme futura dove non si riuscirà più a camminare «perché le ragazze e i ragazzi riempiranno [le sue strade] con i loro giochi».
Marco Antonio Campos
(Città del Messico, 1949)
Viernes en Jerusalén*
a Esther Seligson y Ruth Fine
Desde la clara altura del monte Scopus
contemplo de mañana y tarde las colinas
y resplandece áurea en el centro la cúpula
en círculo del Domo de la Roca, y resplandecen,
en la ladera inferior del Monte de los Olivos,
las cúpulas de oro de la iglesia rusa
de María Magdalena, que parece puesta de pie
sobre un andamio de aire
De tanto en poco y de nuevo en autobús
bajo del monte a la ciudad en sol de viernes,
y atravieso barrios donde pájaros negros
contrapuntean la luz y hablan con Dios, y sólo eso
Y recuerdo a mi madre apoyada en su bastón,
caminar penosamente a través del cuadrángulo
de la nave de San Diego Churubusco,
y me regresan los rostros de los abuelos idos,
que oraban a las nubes en la hora de la labor
en la hacienda aguascalentense,
y reflexiono en el impasse de Oriente Medio,
indescifrable más que un escrito cuneiforme,
donde se cede un ápice para después no darlo,
y creo con razón que «la razón engendra monstruos»,
que razón y corazón y templo no se unen con la regla,
que la muerte amista a la muerte que no muere
Desciendo en King George, cruzo la calle,
enfilo hacia Ben Hillel y miro cómo se multiplican
decenas de gatos esqueléticos, que pasan y sobrepasan,
en la tabla aritmética, el número de mendigos
En meses del invierno – me dicen – llovió mucho
y a las aguas del mar de Galilea y a lo largo del Jordán
bajaron las voces de agua de Juan y de Jesús
Me paro y miro hacia abajo en Ben Yehuda
Ayer, o antaño, o hace poco,
la calle parecía abejera,
pero hoy apenas son visibles
puñados de gente
aquí y allá
Llego a Yaffo
Jóvenes soldados, mujeres y hombres,
con el rifle apuntando hacia la cara,
con el rifle apuntándose a la cara,
defienden su niñez y la niñez de otros
Rogad por la paz de Jerusalén
para que prosperen los que la aman
Rogad a Dios que roguemos por él
para que no viva en tristeza y desventura
Y la dicha dónde estaba, dónde estaba
el dinero que ciega y abre puertas, la fama
que ciega y abre puertas, el Amor raído
con su vestido a ciegas
Por la calle de Yaffo, las jóvenes israelíes,
tan respirables, tan mediterráneamente frescas,
con el vientre desnudo y los senos frondosos,
dan miel dulcísima a la boca
y vino que gotea sobre la boca
Hermosas son las hijas de Jerusalén,
pero más codiciables, higueras que dan el higo,
palomas en parvada hacia el hueco de las peñas
Frente al Correo Central, de pie con los ingleses,
busco responderme ahora, en la primavera
del año tercero del milenio, con el fardo
de los cincuenta y cuatro años,
después de atravesar un túnel de larga oscuridad,
por qué seguí una navegación, la cual, desde el principio
yo sabía que la echaría a perder
sin regresar jamás a Ítaca
Oh Jerusalén, color de arena y miel,
ciudad de Dios convertida en un infierno,
donde los hijos caen a filo de cuchillo
y los niños lloran al padre que aún ayer,
después del almuerzo o de la cena,
dejaba en la sala de la casa
el vaso de vino y el humo del cigarro
Llego a la Ciudad Vieja, el centro del cielo vertical
de naciones y tierras, donde el fuego cruzado
de cristianos y árabes, de judíos y de turcos,
perfora la hoja blanca en el pico de la paloma
Por cada terrón, por cada esquirla de calcedonia o vidrio,
de piedra basáltica o caliza, por cada astilla de la madera,
estéril, absurdamente se han sacrificado millares de millones
sin que la vida del asno o del camello se modifique un palmo
Ay Jerusalén, Ciudad de la Verdad, de tu casa
los pájaros se llevan en el pico la hoja del olivo,
se llevan en las alas el higo ya desecho,
regresan y se elevan llevándose el Hijo ya desecho,
y resuenan con dulzura en los muros de la iglesia
los discos de los címbalos y la letra de las Bienaventuranzas
Llego a la Puerta Nueva y de la calle de El Jadid
desciendo por Frères y por St. Francis
y los gritos de los árabes a grito herido
solicitan y claman que regresen
los años del alfanje y del bolsillo próspero
Rogad por la paz de Jerusalén, ciudad de paz,
aunque el hermano recoja en la acera
el cuerpo agujereado del hermano
Desde los once años dejé de confesarme,
dejé de comulgar, me alejé de la práctica y del rito
Para el niño el sacerdote era como un dios terrible
y rencoroso, que lenta y cruelmente lo hundiría
en las aguas agitadas y el fuego de la Gehena
¿Por qué el catolicismo se basa en el dolor?
¿Por qué Cristo permanece en la cruz
y no lo vemos de pie en la Galilea, cortando
la anémona y la rosa, volviéndose agua
en el agua de los lagos, o en la cumbre
de los montes transfigurándose en luz,
sin más mensaje que el claro renuevo del almendro
y la pulpa del níspero en la boca
en la clara mañana que dará el mañana?
Ésta es Jerusalén, a quien Dios puso en medio
de las naciones y a la tierra alrededor de ella
Mezquita, iglesia o sinagoga,
Dios se multiplica por Uno hasta ser muchos,
y regresa, con el pan y los peces, con el vino
y los vasos, para terminar desangrándose por
callejuelas y plazas de la Ciudad Vieja
¿Pero qué puede hacer un hombre con el corazón roto?
Un hombre que buscó la orientación sin atlas y sin brújula,
y no quiso saber que a siete kilómetros
permanecía íntegra y abierta la Navidad en la tierra
Todo bajo el sol tiene su tiempo, dijo el Predicador,
pero yo vine en el tiempo equivocado
Un día, en fin, a la verdad, sin darte cuenta,
Dios o los dioses te abandonan, sin darte cuenta
crees que el mundo es ancho y grande y múltiple
y se hizo para ti, y vas a la deriva y no lo sabes
Esa vida, esa gran vida no la hiciste,
diste veinte mil vueltas por veinte mil círculos,
pensando que la hacías, creyendo que la hacías,
cuando ya la velocidad del caballo era un pie roto
y la fuerza del león el llanto del ternero
Dando traspiés, dejando atrás comercios de baratijas,
sangrando de la espalda y de la frente, ensordecido
por el griterío, enceguecido por el sol de abril,
llego, fuera de la ciudad, a la cima del monte,
miro las lágrimas de la madre sin consolación,
miro al verdugo clavándose las manos, y pienso que
a lo mejor alguna vez, alguna vez, cuando el justo
lo sea de corazón y el sufrido de espíritu
no escuche la canción del necio,
cuando el nombre del malvado sea raído y sucumban
el héroe y el mártir fraudulentos, cuando no sea un lloro
el tiempo de la tribulación y el tiempo del infortunio,
el verano se hará una golondrina, el sol verá su luz
en el fruto del naranjo y el vino viejo
se beberá por fin en odre nuevo
Y en ninguna calle de Jerusalén podrá caminarse
porque muchachas y muchachos jugarán en ellas
* La poesia riportata fa parte della raccolta Viernes en Jerusalén (Visor, Madrid, 2005), che ha vinto il «Premio Casa de América de Poesía Americana».
Venerdì a Gerusalemme
a Esther Seligson e Ruth Fine
Da la limpida altezza del monte Scopus
contemplo mattina e sera le colline
e al centro risplende aurea la cupola
circolare del Duomo della Roccia, e risplendono,
sul versante inferiore del Monte degli Ulivi,
la cupole d'oro della chiesa russa
di Maria Maddalena, che sembra erigersi in piedi
su di un'impalcatura d'aria
Ogni tanto a poco e di nuovo in autobus
scendo dal monte alla città col sole di venerdì,
e attraverso quartieri dove uccelli neri
contrapunteggiano la luce e parlano con Dio, tutto lì
E ricordo mia madre reggendosi col bastone,
che cammina con difficoltà attraverso il quadrangolo
della navata di San Diego Churubusco,
e tornano a me i volti dei nonni trapassati,
che pregavano alle nuvole all'ora del lavoro
nell'hacienda di Aguas Calientes,
e rifletto sull'impasse del Medio Oriente,
indecifrabile, più di uno scritto cuneiforme,
dove si cede di un apice per poi non consegnarlo,
e credo con ragione che «la ragione genera mostri»,
che cuore e tempio e ragione non si uniscono con la regola,
che la morte amica alla morte che non muore
Scendo in King George, attraverso la strada,
mi dirigo verso Ben Hillel e guardo come si moltiplicano
decine di gatti scheletrici, che passano e superano,
sulla tavola aritmetica, il numero dei mendicanti
Nei mesi invernali – mi dicono – ha piovuto molto
e presso le acque del mare di Galilea e lungo il Giordano
sono scese le voci d'acqua di Giovanni e di Gesù
Mi fermo e guardo in giù verso Ben Yehuda
Ieri, o ieri l'altro, o poco fa,
la strada sembrava un alveare,
ma oggi sono appena visibili
gruppi di gente
qua e là
Arrivo a Yafo
Giovani soldati, donne e uomini,
con il fucile mirando al viso,
con i fucili mirandosi a vicenda,
difendono la propria infanzia e quella altrui
Pregate per la pace di Gerusalemme
perché ci sia prosperità tra coloro che la amano
Pregate Iddio che preghiamo per lui
perché non viva nella tristezza e l'infortunio
E la gioia dove era, dove erano
i soldi che chiudono e aprono le porte, la fama
che chiude e apre le porte, l'Amore mal ridotto
col suo vestito accecato
Lungo la via Yafo, le giovani israeliane,
così respirabili, così mediterraneamente fresche,
col ventre scoperto e i seni floridi,
danno dolcissimo miele alla bocca
e vino che gocciola sulla bocca
Belle sono le figlie di Gerusalemme,
ma più ancora son desiderabili, alberi che danno fichi,
colombe nello stormo verso il vuoto delle rocce
Di fronte all'Ufficio Centrale della Posta, in piedi con gli inglesi,
cerco tuttora di rispondermi, nella primavera
del terzo anno del millennio,
con il peso dei miei cinquanta quattro anni,
dopo aver attraversato un tunnel di lunga oscurità,
perché ho seguito questa navigazione che, fin dall'inizio,
sapevo avrei rovinato
per non tornare mai più a Itaca
Oh Gerusalemme, colore di sabbia e miele,
città di Dio diventata un inferno,
dove i figli cadono a colpi di coltello
e i bambini piangono il padre che soltanto ieri,
dopo mangiato a pranzo o a cena,
lasciava nel salone della casa
il bicchiere di vino e il fumo del sigaro
Arrivo nella Città Vecchia, il centro del cielo verticale
di nazioni e di terre, dove il fuoco incrociato
di cristiani e di arabi, di ebrei e di turchi,
trafora il foglio bianco nel becco della colomba
Per ogni zolla di terra, per ogni scheggia di calcedonio o vetro,
di pietra basaltica o calcarea, per ogni pezzetto di legno,
sterile, si sono sacrificati assurdamente migliaia di milioni
senza che la vita dell'asino o del cammello sia cambiata un palmo
Ah Gerusalemme, Città della Verità, da casa tua
gli uccelli si portano via nel becco la foglia dell'ulivo,
si portano nelle ali il fico ormai disfatto,
ritornano e s'innalzano portandosi via il Figlio ormai disfatto,
e risuonano con dolcezza tra i muri della chiesa
i dischi dei cimbali e le parole delle Beatitudini
Arrivo alla Porta Nuova e in via El Jadid
scendo per Frères e per St. Francis
e le urla degli arabi a squarciagola
domandano e richiedono che possano tornare
gli anni della scimitarra e della tasca rigogliosa
Pregate per la pace di Gerusalemme, città di pace,
anche se il fratello raccoglie per strada
il corpo bucherellato del fratello
A undici anni ho smesso di confessarmi,
di fare la comunione, mi sono allontanato dalla prassi e dal rito
Per il bambino il prete era come un dio terribile
e con rancore, che piano piano e crudelmente l'avrebbe sprofondato
nelle acque agitate e nel fuoco della Gehena
Perché il cattolicesimo è basato sul dolore?
Perché Cristo rimane sulla croce
e non lo vediamo girare per la Galilea, tagliando
l'anemone e la rosa, trasformandosi in acqua
nelle acque dei laghi, o sulla cuspide
dei monti trasfigurato in luce,
senza un altro messaggio se non il chiaro rinnovarsi del mandorlo
e la polpa del nespolo nella bocca
nel chiaro mattino che nascerà domani?
Questa è Gerusalemme, che Dio ha messo in mezzo
alle nazioni e tutta la terra intorno a lei
Moschea, chiesa o sinagoga,
Dio si moltiplica per Uno fino a diventare molti,
e ritorna, con il pane e i pesci, con il vino
e i bicchieri, per finire dissanguato
nelle stradine e nelle piazze della Città Vecchia
Ma cosa può fare un uomo col cuore spezzato?
Un uomo che cercò di orientarsi senza mappe e senza bussola,
e non volle sapere che a sette chilometri
rimaneva integra e aperta la Natività in terra
Ogni cosa sotto il sole ha il suo tempo, disse il Predicatore,
ma io sono arrivato nel tempo sbagliato
Un giorno, infine, a dire il vero, senza rendertene conto,
Dio o gli dei ti abbandonano, senza rendertene conto
credi che il mondo sia ampio e grande e molteplice
e fatto per te, e vai alla deriva e non lo sai
Quella vita, quella grande vita non l'hai vissuta,
hai fatto ventimila giri attraverso ventimila cerchi,
pensando di viverla, credendo di viverla,
quando ormai la velocità del cavallo era un piede rotto
e la forza del leone era il pianto del vitello
Inciampicando, lasciandomi indietro negozi di cianfrusaglie,
sanguinando dalla schiena e dalla fronte, assordato
dalle grida, accecato dal sole di aprile,
arrivo, fuori città, sulla cima del monte,
guardo le lacrime della madre senza consolazione,
guardo il carnefice che si pianta chiodi nelle mani, e penso che
magari un giorno, un bel giorno, quando il giusto
lo sarà di cuore e chi soffre nello spirito
non ascolterà la canzone dello sciocco,
quando il nome del malvagio sarà consumato e soccomberanno
l'eroe e il martire fraudolenti, quando non saranno un pianto
il tempo della tribolazione e il tempo dell'infortunio,
la primavera si farà rondine, il sole vedrà la sua luce
nel frutto dell'arancio e il vino vecchio
sarà infine bevuto nell'otre nuovo
E per le strade di Gerusalemme non si riuscirà a camminare
perché le ragazze e i ragazzi le riempiranno con i loro giochi
(Versione di Martha Canfield)
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